Existen más de 20.000 especies diferentes de abejas, entre ellas, la abeja europea o Apis mellifera, la abeja más común en todo el mundo. De esta especie se ramifican otras 30 subespecies.
Las abejas han mantenido la misma forma y estructura por casi 20 millones de años. Cada abeja tiene una función concreta dentro de la colmena, que se compone de zánganos, obreras y la reina. Todas cumplen diferentes funciones, y cada una de éstas tiene un carácter único y elemental para el éxito de toda la comunidad.
La reina, que es única y la mayor en tamaño, es la que tiene capacidad de procrear. Durante el vuelo nupcial, la reina es fecundada una sola vez en su vida. Tiene una vida media entre 4 y 6 años.
Las obreras son infértiles y tienen como misión recolectar el néctar de las flores, transportarlo hasta la colmena, producir cera, miel, jalea, así como transportar agua, tan necesaria en la vida de la colmena y llevar a cabo las labores necesarias para el mantenimiento de la colonia. Tienen una vida media de 6 semanas.
Los zánganos son machos parásitos, nacidos de huevos sin fecundar, cuya misión es aparearse con la reina para garantizar la continuación de la especie. Después son eliminados o expulsados de la colonia. Su vida media es de 3 meses.
Las abejas obreras cambian de función según su edad: las más jóvenes se dedican a la limpieza, después crían larvas, a continuación reparan o construyen panales, luego pasan a almacenar polen y miel en celdillas y posteriormente defienden la colmena. Cuando consiguen la capacidad de volar es cuando pasan a ser recolectoras y salen a recoger el néctar con el que fabricarán la miel y el agua para regular la temperatura y humedad de la colmena dedicándose a esta labor sin descanso desde que tienen 22 días hasta que mueren. Son estas abejas las que inician la elaboración de la miel junto a la planta, la miel es un alimento cuya preparación comienza en la planta, la cual produce el néctar principalmente en la base del interior de la flor; de esta forma, ésta consigue que los insectos polinicen la planta cuando se introducen para recoger el néctar. La recolectora, para la elaboración de la miel, guarda el néctar en el buche durante un tiempo, transformando la sacarosa en glucosa. Al regresar al panal saca el néctar y se lo pasa a otra obrera, que lo guarda en su buche. La abeja obrera alarga la trompa y saca una gotita de miel, manteniéndola unos segundos en el exterior, después la vuelve a guardar y saca otra gotita para repetir este proceso de 80 a 90 veces para eliminar parte del agua y así convertir con sus enzimas el néctar en miel.
La reina pone sus huevos en las celdas de la colmena y la colonia selecciona la que será su futura reina, las obreras y los zánganos, por medio de la alimentación que les suministran. La futura reina será alimentada con jalea real, mientras que las larvas a las que nutren con miel, polen y una dieta más pobre de jalea, se convertirán en obreras.
Es la propia colonia la que regula el número de nacimientos necesarios, anuncia a la reina cuándo debe abandonar la colmena, protege a las aspirantes a reinas de la agresividad de la madre o tolera que las mayores acaben con sus hermanas. Además, decide la existencia de los machos parásitos durante el tiempo justo para asegurar la fecundación de la reina, tras lo que son eliminados. También establece el comportamiento de las obreras para la regulación de la temperatura y humedad de la colmena.
Cada colmena puede contener entre unas 60.000 y 70.000 abejas.
Una abeja puede visitar alrededor de 2.000 flores en un día, volando a unos 25 kilómetros por hora. Para producir medio kilo de miel una abeja tiene que visitar alrededor de 2 millones de flores, lo que equivaldría, a escala humana, a unos 4 viajes alrededor del mundo.
La comunidad envía abejas exploradoras a localizar las flores por medio de su olfato y sus ojos especializados para ver radiaciones ultravioleta. Cuando localizan las flores, regresan a la colmena y avisan de su hallazgo por medio de diferentes 'danzas' que las demás interpretan. Además, el resto de las abejas olfatea a la exploradora para detectar el olor de las flores encontradas. Las exploradoras comunican más datos por medio del zumbido de sus alas, la posición de su cabeza y los movimientos ejecutados, dando información sobre la distancia y dirección, así como la calidad y cantidad de las flores localizadas.
Además del néctar, las abejas recolectan polen de las flores que humedecen con el néctar para hacer pequeñas bolas que depositan en las cestillas que tienen en sus patas traseras para transportarlo. Una vez en la colmena, el polen se deposita en celdas preparadas para almacenarlo y otras obreras se encargan de deshacer las bolitas traídas y prensarlo con miel para su perfecta conservación.
También recolectan resinas especiales de los brotes de ciertas plantas y árboles, que se utiliza para reparar celdas, recubrir cadáveres, etc. y que en su conjunto se denomina propóleo.
Einstein decía que sin abejas la humanidad sólo duraría cuatro años. Las abejas son fundamentales para la polinización de las plantas, ya que entregan su néctar a cambio de un traslado del polen a otras flores para asegurar su existencia; se calcula, por tanto, que sin las abejas la humanidad no duraría muchos años.